La historia de Marina: De vivir en la calle a encontrarse como Lázaro con Jesús
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Marina tiene 35 años cuando llega a España desde Venezuela. Vivir en la calle es difícil. Hasta que unos ángeles llegan a rescatarla
Marina tiene 35 años. Es una mujer más, de las muchas que han dejado atrás su país, para buscar un futuro mejor en España. Ella nace en Venezuela. Y no le faltaba formación: estudió derecho y educación y se dedicaba a la música en su país. Pero lo que le espera en España es de todo menos lo que se imagina.
Al cumplir los 30 viaja a España. Ni siquiera lo hace para huir de una situación dramática en Venezuela, ya que en ese momento la situación no es la que conocemos hoy.
Al llegar a Europa tiene la oportunidad de viajar y tiene una situación cómoda. Pero de repente, se tuerce todo:
Estar aquí ha sido la otra cara de la moneda de lo que yo imaginaba”.
El cielo como techo
Una serie de sucesos hacen que Marina lo pierda todo. Está sola, en un país lejano y desconocido, sin familia y sin ningún recurso para seguir adelante. Es entonces cuando literalmente se ve desprendida de todo.
Su cama se convierte en un banco y su techo en el cielo. Una mujer joven en búsqueda de su futuro que acaba en la calle sin cuatro paredes donde vivir.
Uno de los días en que se cumplía su primera visita a Venezuela, el Papa Juan Pablo II recibió en la nunciatura apostólica de Caracas varias visitas. Entre ellas, la familia del cardenal Rosalio Castillo Lara, por estos días muy recordado en Venezuela pues el 4 de septiembre pasado se cumplió aniversario de su cumpleaños, santo y ordenación sacerdotal. Murió hace ahora 13 años pero sirvió en Roma, casi por 40, a tres papas y desde allá vino a su tierra, Venezuela, en la comitiva papal, acompañando al Santo Padre en 1985. La familia del cardenal Castillo es numerosa y alegre. Llegaron muy entusiasmados a saludar al pontífice. Iban sobrinos, varios de ellos casi niños aún, adolescentes algunos. Al llegar, primero saludaban al tío-cardenal, como corresponde en Venezuela, pidiendo la bendición. Es un acto reflejo en cada familia. Se pide la bendición, no sólo a los sacerdotes u obispos que encontramos en el camino. La bonita costumbre extiende esa solicitud a padres, abuelos, tíos, pad
La biología molecular, la embriología médica y la genética han arrojado mucha luz para responder la antigua pregunta sobre el inicio de cada vida humana. La ciencia avala hoy que la vida empieza con la fusión del espermatozoide y el óvulo llamada fecundación (del latín, fecundare : fertilizar). El clásico manual de Langman sobre embriología, utilizado en las Facultades de Medicina para el aprendizaje del desarrollo humano inicial, explica de manera sencilla el proceso de la fecundación: “Una vez que el espermatozoide ingresa en el gameto femenino, los pronúcleos masculino y femenino entran en contacto estrecho y replican su DNA” (o ADN). Esa unión genera una nueva célula llamada cigoto. Esa nueva célula posee una identidad genética propia, diferente a la de los que le transmitieron la vida, y la capacidad de regular su propio desarrollo, el cual, si no se interrumpe, irá alcanzando cada uno de los estadios evolutivos del ser vivo hasta su muerte natural. Durante las horas que dura
En su vida san Carlos Borromeo se preocupó de promover tres devociones que marcaron su dimensión espiritual: la devoción al Crucifijo, a la Santísima Virgen María y a la Eucaristía. En una homilía enseñaba cuán importante es perseverar y ser asiduos en recibir la Eucaristía: “Cuando reciten el Padrenuestro, hijos, pidan que les sea dado el pan de cada día; pidan al Señor este pan, aquel que nutre su alma. Cuando comiences a recibirlo con frecuencia, lo sé, no sentirás inmediatamente los inmensos frutos que surgen de él; pero debes perseverar. Incluso aquellos que plantan un árbol, lo riegan y limpian la tierra a su alrededor, no lo ven crecer inmediatamente ni ven en seguida los frutos. Hijos, se necesita paciencia y perseverancia”. De su homilía de la solemnidad del Corpus Christi del 9 de junio de 1583, se ha extraído esta preciosa oración: Te adoramos, Hostia divina, te adoramos, Cristo, Hijo del Dios viviente, que te sacrificaste por nuestra salvación. Tú, para ofrecernos
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