Ni te imaginas cuántas expresiones y refranes vienen de la Biblia
El Instituto Cervantes acaba de publicar ‘Fraseología bíblica’, de Jesús Cantera Ortiz de Urbina, donde se muestra su gran influencia en la cultura popular
Somos conscientes de que muchas expresiones de nuestra cultura cotidiana proceden de la Biblia, pero no nos hacemos ni idea de hasta qué punto sentencias de uso común, y sin aparente contenido religioso, proceden también de la misma fuente.
Por eso, el libro Fraseología bíblica. Su reflejo en el refranero español, que acaba de publicar el Instituto Cervantes, es toda una sorpresa.
Se trata de una obra inédita del investigador y lingüista Jesús Cantera Ortiz de Urbina, fallecido en 2017. Recopila más de un millar de expresiones extraídas de la Biblia que son, o han sido, de uso común; y de las que, en muchos casos, se muestran sus equivalentes del lenguaje popular.
No cuesta demasiado identificar el origen bíblico de expresiones como «Lavarse las manos como Pilatos»; «Un juicio salomónico»; «Esperar que el maná caiga del cielo»; «Ojo por ojo y diente por diente»; ser «De la piel de Barrabás»; «El buen samaritano»; «Ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio»; o «¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano?»
Por no hablar, claro, de las que tienen un explícito contenido religioso: «Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios»; «Dios proveerá»; «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»; «No sólo de pan vive el hombre»; o «La fe mueve montañas», por poner sólo algunos ejemplos bastante evidentes.
En cambio, no es tan obvia la conexión con el libro sagrado de expresiones como ‘Quien a hierro mata, a hierro muere’ (San Mateo), ‘A oídos de necios no hablar’ (Proverbios), ‘Nada nuevo bajo el sol’ (Eclesiastés), ‘El número de necios es infinito” (Eclesiastés), o ‘El que mucho corre, tropieza’ (Proverbios), que, sin embargo, tienen en los libros citados de la Biblia su origen.
El libro de los Proverbios
De hecho, una parte de esas expresiones populares procede del libro de los Proverbios que es, en sí mismo, un condensado de expresiones de sabiduría popular del mundo hebraico; que, a partir de la expansión del cristianismo por todo el mundo, ha llegado hasta los rincones más recónditos de los refraneros.
La motivación de su trabajo la resume Jesús Cantera en su texto de introducción. Explica que la Biblia, que ha sido considerado el libro por antonomasia, ha tenido una importancia «extraordinaria» en las civilizaciones occidentales; con manifestaciones en las artes, la literatura o la lengua.
«Sea uno creyente o no lo sea, un conocimiento mínimo de los textos bíblicos, tanto del Antiguo Testamento como, sobre todo, del Nuevo, resulta necesario; e incluso imprescindible para entender muchas de esas manifestaciones de la cultura», explica.
Fraseología bíblica rastrea esa influencia en el campo de los dichos, expresiones y refranes populares, uno de los que más significativamente evidencian la hondura de la huella.
El libro es el resultado de «muchísimas horas escudriñando los textos bíblicos», según recuerda el hijo del autor, el catedrático de Historia Medieval Enrique Cantera. Destaca que su padre dejó el libro concluido, aunque no pudo verlo publicado a causa de la enfermedad final que padeció.
Añadamos, además, que un trabajo como este no hubiera sido posible sin el muy profundo conocimiento del refranero de Jesús Cantera.
Escenas de la Biblia
En la relación de sentencias y dichos que el libro recoge encontramos el origen bíblico de expresiones como «Sacar agua de una piedra». Este remite a un episodio del Éxodo, cuando Moisés afronta una rebelión de su pueblo por falta de agua; y Yahveh le invita a golpear la roca de Horeb con la misma vara con la que había dividido las aguas del Nilo. Así lo hizo, y el agua brotó de la roca. En el uso popular, sin embargo, la expresión hace referencia a la capacidad para extraer fruto de la nada.
Fraseología bíblica recoge otras expresiones de inspiración bíblica, pero que no se corresponden con ninguna sentencia de la Biblia; como «Donde Cristo dio las tres voces». «Se dice de un lugar alejado y solitario, muy posiblemente aludiendo al lugar donde Cristo Jesús, después de su largo ayuno, rechazó las tres tentaciones del demonio», explica Cantera. Y encuentra paralelo en otras expresiones populares como «En el quinto pino».
«Fuerte como la muerte es el amor» no es una sentencia formulada por algún escritor romántico, sino que se encuentra en «El Cantar de los Cantares». El refranero ofrece muchas variaciones sobre esta idea como «Todo lo vence el amor»; «Gran hechizo es el amor, no lo hay mayor»; o también «Para el amor, así como para la muerte, no hay cosa ni casa fuerte».
Sobre la amistad
Hay multitud de referencias en la Biblia sobre el valor de los amigos y de la verdadera amistad. «Un amigo fiel es un poderoso refugio. Quien lo halla, tesoro halla», nos dice el Eclesiástico. La frase ha sido condensada por el refranero castellano en la más directa y rotunda: «Quien tiene un amigo tiene un tesoro».
Otras sentencias bíblicas resaltan la importancia de la lealtad en la amistad, que se valora especialmente en los tiempos de dificultad. «En todo tiempo el amigo ama» (Proverbios) es una de ellas, que en la sabiduría popular encuentra su extensión con el dicho: «Si tienes un amigo, pruébalo en la adversidad».
La sabiduría bíblica se refiere también a asuntos mundanos como las dificultades de la labranza, y así leemos en Proverbios: «La abundancia de las cosechas está en la fuerza del buey».
El buey, explica Cantera, era el animal de trabajo más empleado en las faenas agrícolas de la antigua Palestina, y quien no tenía ni siguiera para alimentarlo poca cosecha podía obtener. En cambio, si estaban bien cuidados, trabajaban duro y las cosechas eran abundantes. «Donde faltan bueyes, faltan bienes», resume esta misma idea nuestro mundo de la sabiduría popular.
«Quien pone una piedra a su vecino, en ella tropezará», nos advierte el Eclesiástico. Y vemos reformulada la misma idea en el refranero como «quien maldad siembra, maldad siega».
El ejercicio cotidiano de la virtud es el objeto de esta otra recomendación: «El que no presta atención a los pequeños detalles irá cayendo poco a poco» (Eclesiastés); que en la expresión popular se transforma en: «También son pan las migajas, y un pajar se compone de pajas».
El mundo de la embriaguez da pie a un número sorprendente de expresiones bíblicas y aún más refranes derivados de ellas. A modo de ejemplo mencionaremos «No hay secreto donde reina la embriaguez» (Proverbios); que da pie a refranes como «donde el vino entra, la verdad sale»; «más descubren tres cuartillos de vino que diez años de amigo»; o «el vino demasiado, ni guarda secreto, ni cumple promesa, ni cumple palabra»; sentencia que encontramos en el mismísimo Don Quijote de la Mancha.
La prevención frente a las alabanzas fatuas está muy presente en la Biblia y también en el refranero. «No alabes a hombre alguno antes de su muerte», pregona el Eclesiástico, pues será entonces cuando pueda valorarse efectivamente los frutos de su vida.
Pero también encontramos: «Alábete otra persona y no tu propia boca» (Proverbios), que invita a no caer en esa autopromoción tan extendida hoy en día. El refranero recoge la idea como «la alabanza en propia boca es vana cosa»; «quien mucho se alaba, a sí mismo se denuesta»; o «Quien se adora, se desdora».
Advertencias
La crítica a la pereza da pie también a muchas advertencias bíblicas. Especialmente clara es ésta del Eclesiastés: «Quien observa el viento, no siembra». El refranero español contiene muchas formas relativas a este tema, explica Cantera, quien enumera las siguientes: «Es de necios echar sus culpas al tiempo»; «Por miedo de pajarillos no dejéis de sembrar mijo»; «Mano que se encoge, nada coge».
Pero otros resaltan otra dimensión de la expresión, la que tiene que ver no tanto con la pereza como con el exceso de vacilación ante los desafíos de la vida: «Quien mucho lo piensa, más lo yerra»; o «Quien no se arriesga, no pasa la mar».
Muchas expresiones hacen referencia a las mujeres, a los peligros de sus seducciones, pero también a la bendición que es encontrar una mujer adecuada. «¡Feliz el hombre que convive con mujer sensata!» proclama el Eclesiástico. Y el refranero traduce: «Mujer buena, no hay precio para ella».
Uso del tiempo
También encontramos sentencias que tienen en la Biblia un sentido y no necesariamente el mismo en su uso popular. Un caso muy significativo es esta sentencia del libro de Isaías: «¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos!».
Parece una invitación al carpe diem, y de hecho así se usa a menudo; pero el sentido original es justamente el contrario: la condena de esa actitud inconsciente propia de los impíos. En el refranero, en cambio, la vemos reconvertida en: «Comamos, bebamos y tengamos dineros, que lo demás importa dos bledos».
El Eclesiastés aporta sentencias de honda sabiduría como «Cada cosa tiene su tiempo y su momento bajo el cielo», que es el inicio de un hermoso texto que describe la fugacidad de la existencia y cómo todo es «vanidad de vanidades»:
«Cada cosa tiene su tiempo y su momento bajo el cielo. Un momento para nacer, y otro momento para morir. Un momento para plantar, y otro momento para arrancar lo plantado. Un momento para destruir y otro momento para construir. Un momento para llorar y otro momento para reír. Un momento para lamentarse y otro momento para bailar. Un momento para dispersar piedras y otro momento para reunir piedras. Un momento para dar abrazos y otro momento para abstenerse de ellos…».
Eclesiastés 3, 1-8
La sutileza y hondura de Qohélet, el autor del Eclesiastés, encuentra acomodo en el refranero con formas más directas y expresivas: «Cada cosa a su tiempo, y los nabos en Adviento»; o «A su tiempo maduran las uvas».
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