El Papa aborda la cuestión litúrgica: Hace falta una formación seria
Publicada la carta apostólica Desidero desideravi, sobre liturgia, después de la Traditionis Custodes
«Una celebración que no evangeliza no es auténtica», dice el Papa Francisco en la carta apostólica Desiderio desideravi– ‘He deseado con gran deseo’ (Lc 22,15) – publicada el 29 de junio de 2022.
“Dejemos nuestras polémicas para escuchar juntos lo que el Espíritu dice a la Iglesia”, insta, suplicando por una mejor formación litúrgica.
En esta carta de 17 páginas compuesta por 65 párrafos, el pontífice explica que sintió la necesidad de dirigirse a todos – obispos, presbíteros, diáconos, consagrados y laicos – después de dirigirse únicamente a los obispos en el Motu proprio Traditionis custodes, publicado el 16 de julio de 2021. Este texto, que limitaba drásticamente las celebraciones en forma de rito extraordinario, había suscitado una viva polémica en ámbitos tradicionalistas.
En su carta, reafirma con fuerza las directrices del decreto que pretende garantizar «una y la misma oración» capaz de expresar la unidad de la Iglesia como lo desea el Concilio Vaticano II.
«Las tensiones, lamentablemente presentes en torno a la celebración» no son «una simple divergencia entre diferentes sensibilidades hacia una forma ritual», afirma el Papa; son «sobre todo», aclara, un problema «eclesiológico».
«No veo cómo se puede decir que se reconoce la validez del Concilio […] y no aceptar la reforma litúrgica nacida de Sacrosanctum Concilium[primera constitución del Concilio que establece la reforma litúrgica en 1963, nota del editor]«, insiste el Papa.
Impulsar la formación litúrgica
Al constatar la «no aceptación» y una «comprensión superficial» de esta reforma litúrgica hoy, el pontífice llama a una «formación litúrgica seria y vital». Ésta debe alejarse de cualquier «instrumentalización al servicio de una visión ideológica, cualquiera que sea».
Esta formación litúrgica pasa primero, según el pontífice, por los seminarios, donde debe ser puesta en el centro del aprendizaje teológico; porque “no hay aspecto de la vida eclesial que no encuentre su cumbre y su fuente en la liturgia”. Luego, debe ser transmitida a los fieles por los sacerdotes, padres, abuelos y catequistas.
Más ampliamente, esta formación debe devolver al hombre el «poder simbólico» que hoy ha perdido a causa de los «daños del materialismo», afirma el obispo de Roma. Se trata pues de enseñar de nuevo a los fieles el «lenguaje simbólico de la liturgia», que no es ni un lenguaje intelectual ni una iniciación espiritualista, sino «una experiencia vital» de unión de alma y cuerpo que se hace crecer en cada persona.
El arte de la liturgia
«El arte de la celebración no se improvisa», subraya el Papa, que ha querido en su carta dar algunos ejemplos de buenas y malas formas de celebrar.
Insiste, por ejemplo, en la importancia que se da al silencio en una celebración litúrgica; un silencio que no es un «refugio interior» para el individuo sino «símbolo de la presencia y acción del Espíritu Santo».
La genuflexión, en cambio, «declara nuestra pequeñez ante la presencia de Dios» y debe realizarse «con plena conciencia de su significado simbólico».
Cada detalle de la liturgia «es digno de la mayor atención, no formal o simplemente exterior, sino viva e interior», insiste el pontífice. Pide que «cada gesto y cada palabra de la celebración», expresada con «arte», contribuya a la formación de la personalidad cristiana de cada individuo y de la comunidad.
El pontífice advierte también a los celebrantes contra «un personalismo exacerbado […] que expresa a veces una manía mal disimulada de estar en el centro de atención», donde debería estar Cristo.
Cita las múltiples formas que puede adoptar este error: «una austeridad rígida o una creatividad exasperante; una mística espiritualizante o un funcionalismo práctico; una vivacidad precipitada o una lentitud exagerada; una despreocupación descuidada o una minuciosidad excesiva; una amabilidad desbordante o una impasibilidad del sacerdote».
Para remediar estas malas prácticas, el Papa Francisco invita a los sacerdotes a dejarse educar «continuamente» por la liturgia misma.
Liturgia contra el individualismo y el subjetivismo
La liturgia, explica el Sucesor de Pedro, debe ser el «antídoto» contra los venenos de la «mundanalidad espiritual». Son dos: el subjetivismo gnóstico –la autorreferencialidad– y el individualismo neopelagiano –pecado de soberbia que considera que la Salvación no depende de gracia sino en los esfuerzos individuales.
Para que el remedio sea eficaz, insta a un «redescubrimiento continuo» de la belleza de la liturgia.
Este redescubrimiento, advierte el Papa Francisco, exige evitar todo «esteticismo ritual», la obsesión con la «forma externa de un rito»; así como también el limitarse a «una escrupulosa observancia de las rúbricas». A pesar de que, subraya, «hay que cuidar todos los aspectos de la celebración» y «se deben respetar todos los apartados».
«El hombre moderno se ha vuelto analfabeto» porque «ya no sabe leer los símbolos», lamenta finalmente el pontífice. Su carta es una invitación a redescubrir el gusto por el «asombro por el misterio pascual».
El texto completo de la Carta puede leerse aquí
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