Mendicantes de hoy: Las Hermanitas y Hermanitos del Cordero
Con los "pobres medios del Espíritu" que recomienda el Evangelio, las hermanitas y hermanitos del Cordero salen de dos en dos pidiendo el pan de cada día
Nacida en 1974 en Vézelay, de la amistad entre unos religiosos dominicos y un hermano franciscano, y arraigada en el retorno al carisma original de las órdenes mendicantes, la Comunidad de las Hermanitas del Cordero la fundó oficialmente en 1981 en Chartres (Francia) un hermana dominicana, antes de acoger una rama de hermanitos en 1990.
Ahora tiene 180 hermanas y 40 hermanos repartidos en 8 países, europeos (Francia, Austria, España, Italia, Polonia) y de América del Norte y del Sur (Estados Unidos, Argentina, Chile).
Su modelo: el Cordero vulnerable. Su vocación: ir a los demás con las manos vacías y expresar el amor del Padre y la ternura de Cristo por los más desfavorecidos, aquellos a los que la es muy difícil llegar, confinados en su pobreza, su marginalidad o su desesperación.
Monjes que mendigan
Y día tras día se renueva el «milagro de las manos vacías». Porque prefieren mendigar a repartir finos discursos o panfletos. Las puertas cerradas con candado se abren a medias…
Como Jesús pidiendo de beber a la samaritana y el asombro de esta mujer rechazada por su clan, las Hermanitas y Hermanitos del Cordero provocan en sus encuentros de una hora o de unos minutos, el mismo impacto:
«¿Cómo, vosotras que sois monjas, me podéis pedir a mí, que estoy lejos de la Iglesia y quien ya no espera nada, que comer?»
Tras las puertas, los corazones se abren. A partir de entonces, la palabra puede ser recibida en un intercambio de alma a alma. Y las hermanitas y hermanitos ofrecen el testimonio de su fe.
Fioretti del siglo XXI
En unas sencillas hojitas fotocopiadas, una admirable colección de breves testimonios escritos a la manera de los Fioretti de san Francisco de Asís, las hermanitas y hermanitos cuentan la historia de encuentros inverosímiles, conmovedores, divertidos o sobrecogedores…
Como el de un joven desesperado por haber sido abandonado por su amigo que planeaba suicidarse en el momento preciso en que se encontró con los hermanitos.
O el de un empresario israelí que admite, entre lágrimas, llamarse Simón y estar familiarizado con el Evangelio.
Es este notable comunista que va a la parroquia porque, el día anterior, las hermanitas le pidieron un poco de pan, pero, al sentir su malestar, no añadió una sola palabra.
Y ese marginal que comparte con ellos sus sueños y sus decepciones antes de bautizar su okupación como «la okupación de las tres hermanas».
Es Fátima, la niña musulmana de 7 años que llora contemplando la cruz; y Valentina, la pobre viuda indigente que ofrece a las hermanitas una hogaza de pan…
Tantos pequeños y grandes milagros cotidianos de este Evangelio vivido a pie de calle. Todo está bien en estos testimonios porque todo es rigurosa y humildemente evangélico.
Arnaud Chochon /Comunidad del Cordero
Monasterios en la ciudad
La casa madre de la Comunidad del Cordero se esconde en el corazón de Languedoc, muy cerca de Fanjeaux, lugar de origen de la orden de Santo Domingo.
Los hermanitos y hermanitas se forman allí antes de ingresar en uno de los monasterios ubicados en los pueblos donde un obispo los ha llamado.
En todos estos monasterios, la pequeña capilla está construida siguiendo el mismo modelo bizantino.
Allí se rezan oficios, que ocupan gran parte de la jornada de los monjes del Cordero.
«Manducan, comen» la palabra de Dios, es decir, aprenden de memoria el Evangelio del día, repitiéndoselo unos a otros, frase por frase, para alimentar con él su alma.
Compartimos una comida improvisada a partir de las donaciones recibidas, sobre la que parece velar una misteriosa Providencia.
A menudo, los monasterios dan la bienvenida a los excursionistas y viejos amigos sin orden ni concierto. Todos, cualquiera que sea su origen y procedencia, se sienten acogidos y amados y nadie es olvidado.
Así se irradia el testimonio profético de los hermanitos y hermanitas del Cordero: manifestando la absoluta gratuidad del Amor en una relación personal de amistad con aquellos a quienes Dios pone en su camino. «Si conocieras el don de Dios…»
Por Xavier Dufour
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