Autoconocimiento: después de todo, ¿quién soy yo?

Los frutos del autoconocimiento van mucho más allá de las ventajas vocacionales y profesionales...

Es habitual que un viaje hacia el éxito comience con la pregunta más incómoda que podríamos hacernos: ¿quién soy yo? Esta pregunta es extremadamente incómoda, quizá la más incómoda de todas. Estamos ahí viviendo nuestras vidas de forma controlada y burguesa, anestesiados por el entretenimiento y las redes sociales. Y de repente, nos asalta esa eterna espina clavada: ¿quién soy? Y de esta pregunta insistente surge su vástago igualmente insistente: ¿cuál es mi propósito? ¿Estoy haciendo todo lo que puedo? ¿Qué sentido tiene lo que hago?

Después de todo, ¿por qué necesitamos responder a estas preguntas? ¿No sería más fácil olvidarlas? Resulta que el éxito de los empeños más fundamentales de nuestra vida pasa por responderlas.

Margaret Thatcher dijo que: «Ser un líder es como ser una dama: si tienes que demostrar que lo eres, entonces no lo eres». En otras palabras, hay que ser antes de parecer ser. Y este ser solo puede surgir de la realidad de la vida. Ser un verdadero líder solo es posible para quien, como decía Ricardo Güiraldes, «conociendo los males de esta tierra, habiéndolos vivido, se ha templado a sí mismo para domarlos».

Todos estamos llamados a ser líderes

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Conocerse a uno mismo y sus propias limitaciones está en el corazón de una carrera de éxito, porque es ahí donde se puede ver a un líder. Ya sea como líder interno en una empresa, como líder fundador de un negocio o como profesional independiente, la influencia es el gran signo de un profesional con vocación. Todos estamos llamados a ser líderes e influenciadores (no confundir con influenciers) – en nuestra vida familiar, laboral y social. Solo un verdadero líder es capaz de dirigir una empresa magnánima a largo plazo de forma estable y segura para quienes le rodean.

Pero para ello es esencial conocerse a uno mismo. El surgimiento de un líder magnánimo se produce concomitantemente con la aparición de la respuesta a esa pregunta impertinente sobre quiénes somos. Aquí tres características para ayudar a este discernimiento:

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Autoconocimiento

Conocerse a sí mismo ayuda a reconocer los medios de acción. Quien conoce sus limitaciones también sabe lo que es capaz de hacer y lo que no. Esto es valioso y evita muchos errores en la vida. Especialmente cuando se asciende en la escala profesional, es fácil engañarse con algunos logros y creerse capaz de cosas mayores, olvidando las responsabilidades menores. Es el caso del pez que murió ahogado porque pensó que podía ser un pájaro y saltó fuera del agua. Conocer nuestros propios límites es un elemento esencial de nuestro desarrollo.

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Conocer los límites para Delegar correctamente

Conocer tus límites te permite delegar el trabajo correctamente. En la trayectoria de todo el mundo, hay un momento decisivo en el que es necesario pasar a subordinados o colaboradores actividades que uno ya no es capaz de realizar. Naturalmente, crecer es delegar. Sin embargo, solo quien se conoce mejor a sí mismo puede delegar de forma saludable. Es decir, quien reconoce lo que puede y lo que no puede hacer.

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Ejemplo

La tercera característica en el desarrollo de un líder es que sus allegados reconozcan la autoridad por su integridad. En otras palabras, un verdadero líder es aquel que practica lo que predica.

En inglés existe la expresión «walk the talk» (el que practica lo que dice). Es muy fácil fingir autoridad en las redes sociales. Es muy fácil atribuirse a uno mismo grandes logros, sobre todo cuando se trata de un público con poco criterio y sin una educación adecuada. Aquí el público se deja engañar fácilmente por la apariencia de liderazgo y autoridad. Sin embargo, para llevar una gran carrera, es necesario ejercer influencia y liderazgo sobre las personas cercanas y durante mucho tiempo.

El falso liderazgo -el liderazgo escénico- se cuestiona fácilmente dentro de la jerarquía de una empresa u organización. Para ello, es esencial que el líder se conozca a sí mismo. La gente se da cuenta, incluso intuitivamente, cuando está tratando con un charlatán. En cada persona hay una chispa divina de inteligencia: en algunas, más; en otras, menos o mucho menos. Pero siempre la hay. Un legado de éxito solo puede construirse a través de las acciones de una persona que se conoce a sí misma y se mantiene fiel a sus límites y propósitos. La integridad es la levadura del liderazgo. Es lo que le permite crecer y desarrollarse de forma natural y orgánica.

Liderazgo en el trabajo

Pero los frutos del autoconocimiento van mucho más allá de estas ventajas vocacionales y profesionales. Siempre debemos mantener nuestro horizonte lo más lejos posible. El Apocalipsis nos dice que, al final de los tiempos, cada uno de los que se salven recibirá una «piedra blanca en la que está escrito un nombre nuevo, que nadie conoce sino aquel que lo recibe» (AP 2,17).

Existen innumerables interpretaciones de este pasaje, muchas de las cuales explican su sentido escatológico. Sin embargo, llama la atención su significado profundamente vocacional. Al final de los tiempos -ya sea en el Apocalipsis de los tiempos o de nuestra biografía personal- recibiremos un nombre, una identidad definitiva, escrita en una piedra blanca, porque es signo de pureza, de consolidación de nuestra identidad. No una piedra pigmentada, sino blanca, porque representa que todo lo que no somos, toda nuestra suciedad e impurezas han sido borradas de la memoria de Dios. La promesa de la vida eterna es la realización perfecta de nuestra identidad y la respuesta definitiva a la pregunta: ¿quién soy yo?

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Etty Hillesum

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